martes, 30 de junio de 2009

El compositor y los otros (una carta)


En el libro La música como discurso sonoro (Acantilado), Nikolaus Harnoncourt transcribe fragmentos de la carta de Johannes Chrysostomus Wolfgangus Theofilus Mozart (más conocido como Wolfgang Amadeus) en la que le cuenta a su padre el estreno de la que después se conocería como Sinfonía París (No. 31 en Re Mayor K. 297). Es una carta enormemente esclarecedora, no sólo acerca de la circulación y recepción de esa música en ese momento –aplausos en el medio incluidos– y de la manera en que el compositor tenía en cuenta las expectativas del público y jugaba con ellas, satisfaciéndolas o postergándolas (como en el piano de primeros y segundos violines con el que comienza el último movimiento) sino, sobre todo, sobre la manera –definitivamente perdida– en que las novedades y desafíos se imprimían sobre un cuerpo estilístico compartido y bien conocido. Como con las variaciones que un artista muy popular podría hacer hoy sobre sus canciones más conocidas, aquello "propio" con lo que Mozart comentaba la norma colectiva, era percibido y, a continuación, aprobado con el aplauso o rechazado. El jazz, hasta los sesenta, abrevando en canciones que se bailaban y cantaban en todas partes, funcionaba de una manera similar.
Escribía Mozart:
"...he tenido que hacer una sinfonía para abrir el Concert Spirituel [...] Ha gustado extraordinariamente [...] La sinfonía comenzó y justo a mitad del primer Allegro había un pasaje del cual sabía que habría de gustar (un bellísimo pasaje en spiccato de las cuerdas en octavas, con flautas y oboes haciendo acordes sobre un bajo en pizzicato); todos los oyentes estaban fascinados con él –y hubo un gran aplauso– pero como yo sabía mientras lo escribía el efecto que produciría, lo puse una vez más al final; entonces siguió el da capo. El Andante también gustó pero sobre todo el último Allegro. Como había oído que aquí todos los Allegros comienzan, como el primero, con todos los instrumentos a la vez y al unísono, yo comencé con los dos violines solos en piano, ocho compases únicamente –después venía en seguida un forte– y, tal como había esperado, los oyentes hacían chist en el piano, y entonces entró el forte; escuchar el forte y los aplausos era la misma cosa".

1 comentario:

  1. Diego:¿Qué dirán los fundamentalistas de cartas como esta? Recuerdo un montaje de un blog interesante llamado "Sohothedog", en el que como epígrafe a una foto de Mao y Fidel aplaudiendo decía "Only Comunists clap between movements". Saludos

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