domingo, 27 de junio de 2010

Fuentes


La foto –enviada gentilmente por Edgardo Cozarinsky– corresponde a una escena de Rienzi, el último tribuno, de Richard Wagner, en la puesta de Philipp Stölzl que se estrenó en la Deutschen Oper Berlin en enero de este año. El prestigioso Goldengrossegorilla, será entregado al lector o lectora de este blog que reconozca la fuente de inspiración del régisseur.

miércoles, 23 de junio de 2010

Polémica por los subsidios (donde hay subsidios)

Claire Diterzi, compositora residente en Villa Medicis.







Claire Diterzi no canta demasiado bien. Empezó en un grupo semipunk francés (y es posible que algunos de esos términos se contradigan entre sí) y tiene ese perfil tan al gusto de la semicultura europea –es semi coreógrafa, semi bailarina, semi guitarrista, semi actriz (representó a Rosa Luxemburgo en una obra teatral) y semi prestigiosa–. Ganó algún premio de la academia del disco de su país y actuó en Chaillot. Y, además, es la primera música "no académica" en ganar una plaza como compositora en la Villa Medicis, junto al más o menos mediocre Magic Malik –que llegó a Buenos Aires hace unos años y actuó en la Alianza Francesa–. Varios compositores franceses –y entre ellos algunos argentinos, como Luis Naón y Martín Matalón– mandaron una carta abierta al ministro de cultura de ese país, Frédéric Mitterand acusando a su cartera de desinteresarse de aquel arte que no fuera directamente rentable. Y otro grupo, donde se destaca Benoit Duteutre, autor del bastante detestable Requiem pour une avant-garde contestó con otra carta titulada: "Sostén a la creación musical: sí, pero en todas sus formas". Unos dicen que por qué el Estado debería sostener a lo que no necesita ningún sostén. Los otros, ávidos de venganza por haber sido marginados de los subsidios durante las décadas de inapelable control bouleziano, dicen que por qué el Estado debería subsidiar lo que no le interesa más que a los pocos que lo hacen. Para quienes quieran saber qué es lo que hace la nueva becaria musical del Gobierno francés, aquí pueden ver el video donde entona uno de sus éxitos, "En cuatro patas". Naón, por otra parte, envía una nota, de la que se transcibe un fragmento donde figuran, a su vez, algunas direcciones virtuales donde los interesados pueden interiorizarse más del tema y, eventualmente, firmar en apoyo de los compositores.

"Hay un Blog central en el que espero puedan participar , o simplemente apoyar y firmar la carta si estan de acuerdo.

Blog de la carta original:
http://musiques-en-vrac.blogspot.com/2010/06/lettre-ouverte-au-ministre-de-la.html

Blog general en el que siguen publicandose reacciones … etc

http://musiques-en-vrac.blogspot.com blogspot.com/> /

muchos atacan a los atacantes (esencialmente compositores contemporaneos, claro) porque creen que lo que defendemos son las chauchas y los palitos. Leyendo más allá de las lineas generales, vemos que se tiende a desmantelar un servicio publico que apoya a los artistas, una posibilidad de pensamiento diferente y libre (aunque algunos le opongan la etiqueta de estatizado o institucional), que pueda oponerse a las leyes estandartizadas de la mayoria de los productos "culturales" reinantes …
Si esto desaparece el arte sera SOLO mercantil. ¿Queremos eso?"


Lenguaje universal


Se dice que la música es un lenguaje universal. Que es el más universal de los lenguajes. Y sería bueno que así fuera. Las imágenes de Menuhin o Stern con niñitos de otras etnias e. incluso, aquella escena de El hombre del toque mágico, de Stephen Vizinczey, donde el irresposable adolescente alienígena que estrelló la nave espacial de su padre contra la Tierra troca su desprecio por los seres humanos en admiración cuando escucha las suites para cello de Bach hablan de uno de los mitos de Occidente: la música hace mejores a las personas y, obviamente, trasciende las fronteras. George Harrison (y luego, gracias a él, los fans de los Beatles) descubriendo a Ravi Shankar, Debussy (y luego Boulez) deslumbrado con los gamelán de Bali, Ligeti (y nosotros) con las rítmicas del Africa Central, hablarían en ese sentido. Mi primer profesor de armonía contaba –y es posible que fuera mentira, como casi todo lo que decía– que cuando los europeos le habían hecho escuchar a habitantes del Africa música sinfónica –de Brahms, supongamos–, los nativos pensaron que se trataba de música militar. Más cerca, es notorio cómo sensibles hombres y mujeres de fina espiritualidad, asistentes a los partidos del Mundial, que llevan en sus oídos la más maravillosa música, aprendida en la cancha de Boca, consideran insoportables a las cálidas vuvuzelas. Y yo me irrito con la FM que, a manera de música, escucha mi vecino.

lunes, 21 de junio de 2010

Libros


Dos nuevos libros: Música y modernidad en Buenos Aires 1920-1940, de Omar Corrado, y Estudios sobre los estilos compositivos del tango 1920-1935, de Pablo Kohan, ambos editados por Gourmet Musical. Y, también, una colección de cuentos de la canadiense Alice Munro, El progreso del amor, traducido por Flora Casas y publicado por RBA. El comienzo del relato que le da título es extraordinario:
"Me llamaron por teléfono al trabajo, y era mi padre. Ocurrió poco después de mi divorcio, en las oficinas de la agencia inmobiliaria. Mis dos hijos estaban en el colegio. Era un día de septiembre bastante caluroso.
Mi padre era muy educado, hasta con la familia. Tardó un rato en preguntarme qué tal estaba. Modales de campesino. Incluso si alguien te telefonea para decirte que tu casa está ardiendo, primero te pregunta qué tal te encuentras.
–Bien –contesté–. ¿Y Tú?
–Pues no muy bien –replicó mi padre, con su tono característico, de disculpa pero también de amor propio–. Me temo que tu madre se ha ido.
Yo sabía que 'se ha ido' significaba 'ha muerto'. Lo sabía aunque durante unos segundos vi a mi madre con su sombrero negro de paja bajando por el sendero..."

domingo, 20 de junio de 2010

Icaro en el borde de los géneros


Los mercados grandes permiten una ultraespecialización. En la medida en que las minorías incluyen una gran cantidad de personas también se puede pensar en productos para que les sean vendidos a ellas. Gran diversidad de leches –fresca, larga vida, con o sin hierro, bio, semidescremada, descremada, etc, etc), o de tipos de cebollas o papas o, por supuesto, de especies musicales. Aunque nadie mínimamente informado defendería hoy la obsoleta taxonomía de "música clásica" y "música popular", para muchos, esa suerte de supragéneros que, en realidad, arrastran el viejo concepto de "arte alto" y "arte bajo" o, directamente, de "arte", a secas, y "entretenimiento", sigue configurando los pactos de valoración y escucha. Las categorías posiblemente incluyan más cosas –o cosas distintas– que a comienzos del siglo XX; en el campo de lo artístico tal vez se haya incluido a Jarrett, Miles, Beatles, Leguizamón, etc, y quizá se haya excluido de él a muchas de las óperas cómicas de los siglos XVIII y XIX, pero, en el fondo, muchos siguen pensando en dos campos bastante irreconciliables, finalmente no tan distintos de lo que la revista Pelo, en el campo del rock, había definido como "progresivo" y "complaciente" (qué adorniano que era Ripoll), establecidos a partir de una suerte de frontera esencial marcada por la problematización del lenguaje y la idea del riesgo y la dificultad como valores. De allí provienen, tal vez, las dificultades para habérselas con el "caso Golijov". O, peor aún, con Philip Glass. Y es que en los mercados grandes no hay sólo dos clases de productos, el "Gran arte" y el "entretenimiento menor", para poner dos nombres imprecisos pero, supongo, claros. No hay sólo Webern o Tinelli sino, como con las leches, un abanico casi infinito que cubre una inmensa variedad de posibles consumidores. Así como hay "smooth jazz" y esa categoría que los yanquis denominan "jazz adulto", en donde, por otra parte, puede filtrarse Coltrane con Johnny Hartman o en su disco de baladas, en el campo de la música de tradición escrita las cosas no son demasiado distintas. El entretenimiento abarca desde las neo operetas de Webber y Rice –o, en la Argentina, de Cibrián y Pititto (a) Mahler–o la música para cine hasta la Knitting Factory o el experimentalismo de músicos muy jóvenes que, básicamente. se dedican a poner instrumentos a distorsionar junto a parlantes durante un largo período de tiempo. La perspectiva tradicional, por lo menos en la Argentina y, seguramente, en Francia y Alemania, es que quienes comienzan a producir para alguno de esos segmentos del mercado del entretenimiento, se ha vendido al oro yanqui. Del otro lado se argumenta que los dineros del mercado no son necesariamente más indignos que los de los subsidios –otro mercado, al fin y al cabo– y se explica que cada clase de capitalista fija sus gustos y que sus posibles beneficiarios los tienen en cuenta a la hora de crear. Golijov me decía, en una entrevista realizada hace un par de años para Página/12, que "los europeos escriben al gusto de los profesores universitarios que serán, a la vez, los jurados de los concursos donde ellos presentarán sus obras; los (norte) americanos escriben al gusto del público. Pero el secreto está en no ser literales. Un artista necesita un editor, alguien que lo limite. Pero no debe mimetizarse con él". Un buen ejemplo de entretenimiento artístico, o arte a la medida de alguna de las bandas intermedias del mercado –ni tan Tinelli ni tan Webern– es la nueva obra de Philip Glass, Icaro en el borde del tiempo, que la Royal Albert Hall estrenará el próximo sábado 3 de julio. Con funciones ese día y el siguiente, la composición se anuncia como "family friendly" y su libreto fue escrito por el físico Brian Greene, uno de los defensores de la teoría de las cuerdas y autor del libro El universo elegante (Crítica). Con la participación de la Orquesta Filarmónica de Londres, dirigida por Marin Alsop –que comenzará el programa con la Dr Atomic Symphony de John Adams–, la obra, que tendrá como narrador al actor David Morrisey (el Pequeño John de una de las últimas series televisivas sobre Robin Hood) incluye un film de Al y Al (Al Holmes y Al Taylor) y en Youtube puede verse un adelanto, a la manera de los anuncios hollywoodenses de filmes comerciales.

martes, 8 de junio de 2010

La belleza


Para compensar: "Et incarnatus est", de la Misa en Do Mayor de Mozart, por Barbara Bonney junto a la orquesta English Baroque Soloists, con la dirección de John Eliot Gardiner. El clarinete lo toca Anthony Pay.

La fealdad


Hablaba, en una respuesta a un comentario de la entrada anterior, y en relación con la entrada del Jefe de Gobierno al almuerzo en el Colón con Mirtha Legrand (o lo contrario) al son de la horrible música del programa de la vestusta conductora, grasitud de grasitudes y mersada en estado puro (mersedness, podría decirse), acerca del asalto de la fealdad. Creía que era un límite. Aún no había visto un mail enviado por J. H. A., donde recuerda otro hito que en su momento había parecido insuperable, aquel disco de RCA donde la Banda de la Policía Federal tocaba composiciones de Litto Nebbia (disco que siempre hizo las delicias del extrañado G. H. B.). Insisto, alguien, en alguna parte, pisó una prehistórica mariposa. Esto que aquí se ve no puede haber sucedido en nuestro viejo y buen mundo. O, tal vez, sí.

lunes, 7 de junio de 2010

2015


La prueba irrefutable de que el Calendario Maya, que anuncia el fin del mundo para 2012, está equivocado, nos dice en Ushuaia, a Marcelo Pavazza y a mí, Marcelo Pisarro –en cuyo blog pueden entrar si les place–, es que Marty McFly llega al 2015. Independientemente de las predicciones y su cumplimiento, la fecha en la que transcurre la acción de Back to the Future II se relaciona con una antigua entrada de este blog en la que se hablaba de cuánto más futuro se había imaginado un futuro que llegó sin trajes plateados ni autos voladores –y donde las vanguardias quedaron convertidas en paradójica antigualla. "Allí no se necesitan calles", decía Doc Brown. Será por eso que Macri les cambia el sentido de la circulación.

sábado, 5 de junio de 2010

miércoles, 2 de junio de 2010

Intriga

B.U.T, de Luis Garay, presentado en el CETC en octubre de 2007

El diario Clarín publicó una laudatoria crítica del concierto con el que Horacio Lavandera inauguró la temporada de este año del Centro de Experimentación del Teatro Colón, fundado por Renán como Centro de Experimentación en Opera y Ballet. Más allá de las innegables virtudes de Lavandera y del repertorio que abordó, no creo que la reapertura con un concierto de una sala de más de 1000 m2 y preparada para lo escénico musical pueda considerarse "espectacular" o caracterizarse de un "gran comienzo", como tituló La Nación. Tampoco me parece, en lo personal, que la misión del CETC sea suplir lo que el Salón Dorado no hace. Pero como quien codirigió esa sala en la gestión anterior, junto a Martín Bauer, fue mi mujer, la coreógrafa Diana Theocharidis, cualquier cosa que diga al respecto pude ser leída como excesivamente parcial (y tal vez lo sea). Simplemente me interesa hacer hincapié en que la nota, firmada por Sandra de la Fuente, dice, en su segundo párrafo: "El centro también está remozado. No sólo porque abandonó su aire de catacumba tomada por artistas de vanguardia, con sus ladrillos a la vista y escasos e incómodos asientos sino porque hoy cuenta con un sistema lumínico y de amplificación sofisticado". Hay allí una imprecisión, en tanto la sala, luego de su refacción en 2006, ya había sido reinaugurada, exactamente igual a como está en la actualidad, en 2007, con el espectáculo Plataforma, donde se mostraban obras que trabajaban las relaciones entre danza y artes visuales y del que formaba parte B.U.T, de Luis Garay. Pero me intriga, en particular, una frase, la que se refiere a que "abandonó su aire de catacumba tomada por artistas de vanguardia". ¿Lo malo era el aire de catacumba, los artistas de vanguardia, o el hecho de que el CETC pareciera tomado por ellos?