lunes, 13 de diciembre de 2010

Eficiencia




Seré macrista. No hablaré de ideologías sino de eficiencia. Pensaré, por un rato, a la ciudad como una gigantesca empresa privada. Y es que me parece excesivo suponer una ideología en el desmanejo que el gobierno muestra con respecto al Caso Soldati o al Colón, salvando, por supuesto, las inmensas diferencias entre un teatro que no funciona y un enfrentamiento de pobres contra pobres que sucede con la aquiescencia (o el fogoneo) y la posterior (e inútil) represión del Estado municipal. Tanto en el Colón como en la ciudad toda, el macrismo practica, desde ya hace demasiado tiempo como para que sea creíble, el relato del "recién llegado". Sus políticos desprecian la política, dicen –y, curiosamente, por eso se los ha votado como políticos–, llegan desde otros lados (recién, intentan convencernos) y enarbolan el look de exitosos empresarios (aunque en la mayoría de los casos no pasan de haber sido "el empleado del mes" de McDonalds). Ocultan que son gobierno en la ciudad desde hace unos siete años (durante toda la segunda gestión de Ibarra y el interregno de Telerman el Pro fue mayoría legislativa en la ciudad y no se recuerdan demasiadas de sus iniciativas para mejorar la vida urbana), Macri fue diputado antes que Jefe de Gobierno (tampoco consigna el inventario sus proyectos para que el país fuera más parecido a sus ideales) y, además, no es que en la actualidad empiece con su mandato sino que, más bien, está por terminarlo. Sigamos olvidando la ideología y supongamos que lo que Macri desea es la expulsión de todos los extranjeros pobres. Vayamos más lejos y concedamos que su proyecto es la exterminación de dichos extranjeros, mediante cámaras de gas, por ejemplo. ¿Es que no debe hacer algo para lograrlo? ¿Dónde están sus acciones de gobierno tendientes a la expulsión o el exterminio? ¿Dónde sus planes para conseguir el apoyo de la Legislatura o, en su defecto, para clausurarla e inaugurar la primera dictadura capitalina autónoma? ¿Es que acaso su ex delfina, la preclara Gabriela Michetti, ha presentado a la honorable Cámara de Diputados que integra, entre los numerosos proyectos de ley, con los que azuza día a día a sus perezosos compañeros de recinto, alguno referido a políticas migratorias o de vivienda?  Lo que quiero decir es que si el gobierno tuviera planes de derecha al respecto yo los discutiría pero que, en este caso, hay simplemente inacción e ineficiencia. Macri ha dedicado el tiempo que lleva de gobierno a cuestiones más bien cosméticas y a quejarse del Estado cono si no fuera el gobernante de uno de los más ricos y poderosos del país. Eventualmente, si fuera cierto que el Estado Nacional lo entorpece y combate, él, como gobernante, debería encontrar la manera de negociar/enfrentarse/ir a la guerra/pactar como para poder hacer aquello que está mandado a hacer por el voto.
Las curiosas afirmaciones de García Caffi, a la sazón director del Colón, en el reportaje para el diario Perfil en que Magdalena Ruiz Guiñazú le hace de jefa de prensa, tienen el mismo signo. Hay un viejo chiste en que a la frase "Mamá, no quiero ir a la escuela, los chicos me tratan mal, me insultan y me pegan" le responde un lapidario: "Tenés que ir, sos el maestro". En este caso, la presunta periodista no repregunta y ante espantosas acusaciones de GC a sus conducidos no se le ocurre decirle "Pero usted es el director". Es decir, igual que Macri en Soldati, para él la culpa es de otros. Ya no se trata de si su plan es bueno o malo sino de una pregunta más elemental: ¿Por qué no lo lleva a cabo?
¿Podría el director de una fábrica acusar a sus empleados de que la producción no es la deseada? Si los bailarines están pasados de edad y de peso, si no bailan como él querría, ¿No es precisamente el director quien debería arbitrar los medios para que la situación fuera la que desea? ¿Dirigir no se trata de eso? Para decirlo de otra manera, si el director se queja, ¿ante quién se queja? Es posible que no pueda dirigir; que la mediocridad y los intereses creados de un medio mezquino y oscuro impidan la concreción de sus brillantes ideas. Que las masas de horribles cantantes desafinados, mendaces violinistas con problemas de lectura, obesas bailarinas ancianas y crueles sindicalistas aviesos se acumulen en los pasillos a su paso y no hagan otra cosa que impedir las luminosas temporadas que imagina. Es posible pero, en ese caso, nadie lo obliga a seguir en un cargo que no puede cumplir ni a seguir cobrando un sueldo por funciones que, según él mismo dice, no puede llevar a cabo. Volviendo al maestro que no puede enseñar, mal puede echarle la culpa a sus alumnos. Más bien debería dedicarse a otra cosa.
También en el caso del Colón, el gobierno admite que los sueldos del personal deben ser aumentados pero dice públicamente que no encuentra la manera de hacerlo ¿No es esa una confesión de ineficiencia, y no de ideología? Uno puede intuir, más que otra cosa, un modelo de teatro con el que este gobierno –y GC haciendo el papel del mejor alumno o, por lo menos, del más olfa– se sentiría más afín. Puede adivinarse que palabras como tercerización o expresiones como reducción de personal estimulan su producción de feromonas de la misma manera en que la mención a bolivianos o paraguayos les provoca inmediatas disfunciones eréctiles a los hombres y ausencia de fluídos lubricantes a las mujeres. Pero se trata de prospecciones, de adivinanzas, porque el gobierno no hace nada. Ni siquiera tiene planes de derecha. Ni siquiera hace bien lo que se supone que le gustaría hacer. En Soldati y en el Colón hace poco más que quejarse. No gobierna. No dirige.

6 comentarios:

  1. Muy bueno. Y en sincronía con la nota a Boudou en el Página. El fracaso de Macri va desde Villa Soldati hasta el Colón.

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  2. Comparto que la opacidad del Colón obedece menos al ejercicio de una ideología que a la cruda inepcia, pero no creo que el caso y el manejo del gobierno local sean equiparables a los del conflicto en Soldati. Tampoco creo que se lo pueda abordar sustrayendo el papel -lamentable- del gobierno nacional.

    Al gobierno de la ciudad -y al periodismo hegemónico y a los "vecinos"- solo les interesa la ocupación del parque y la violencia desatada -en buena parte, por ellos-; al gobierno nacional, con una brutal irresponsabilidad por la vida de las personas, solo le interesó, hasta llegar al cuarto muerto, y con gesto puramente declamatorio, la desesperante necesidad de vivienda digna de miles de personas, de la que, además, es el obvio corresponsable.

    Además del ejercicio de la demagogia, el gobierno de la ciudad sí tiene una ideología -como todos-, y pone el Estado a su servicio, además de los negociados. Limitándonos a este caso: reduce el presupuesto para vivienda social, además lo subejecuta sistemáticamente (contando en 2010 con un presupuesto global superior 40%, en dólares, al de 2001), e incumple su propia política: existe desde 2005 un proyecto de urbanización de la villa 20 aprobado por la legislatura, del que aún no se ha colocado un solo ladrillo. Claro que hay ideología: hay ajuste en la inversión de vivienda o de educación, hay negativa a colocar aún un mínimo impuesto a la profusa construcción de edificios de alta gama con que financiar más vivienda social, mientras se expanden las subvenciones a la educación católica. Y la propia política habitacional es, en el fondo, ideológica: porque creen que todo debe tener un fin de lucro, están en contra de que el Estado construya y financie viviendas sociales en cuotas accesibles al nivel adquisitivo de las personas que lo requieran, y en cambio prefieren "urbanizar" villas: dotarlas de servicios y de títulos de propiedad, es decir, legalizar una situación inicialmente ilegal (y no solo al que tiene un necesidad acuciante, también al que lucra con esa ilegalidad, alquilando piezas miserables), contradiciendo el credo legalista -que no es el mío- que no se cansan de recitar. Pero esto es, además, una mera pantalla: llevan tres años de gobierno y recién está en proceso de urbanización la primera villa -curiosamente, no la 20, aunque haya una ley desde 2005-. Las viviendas deben brotar por derrame de riqueza, no por intervención del Estado.

    "Yo soy argentino (¿?), hace cinco años que espero que el IVC me adjudique una vivienda, y no salgo a usurpar un parque. Apoyo a Macri, que no ceda!", decía a cámara un vecino de Soldati, que patéticamente desconoce que con esta política de Macri jamás le adjudicarán una vivienda.

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  3. También es ideológica la sacralización del espacio público, colocándolo más allá del arbitrio de los hombres, casi como un mandato de la Providencia, y el paralelo ocultamiento de que es el propio Estado el que define qué es, y genera, espacio público y espacio privado, y sus respectivos usos permitidos y prohibidos. Baste mencionar la venta del terreno de Catalinas y las piruetas con el de la Sociedad Rural.

    Es ideológico que Macri y Larreta llamen "vecinos" solo a los habitantes de casas y departamentos, y no a los habitantes de las villas. Es ideológico, en fin, que póngan énfasis, no ya en la discusión sobre el uso del espacio público sino en su sacralización irreflexiva (pero solo cuando se trata de los pobres, ya vimos cómo vendieron Catalinas), y pasen de largo del incumplimiento de derechos básicos que el orden jurídico, que sin embargo no se cansan de exaltar, está comprometido a satisfacer.

    Cuatro muertos y el descubrimiento del gobierno nacional de que luego de siete años aún estamos sumergidos en una enorme crisis de vivienda, y de pobreza en general, no hablan bien, en cambio, ni de su ideología ni su eficiencia ni su generosiad ni su responsabilidad.

    Pero todo lo anterior me parece secundario respecto del penoso espectáculo de desprecio y estupidez que están dando los buenos "vecinos" porteños. La ideología del egoísmo ha hecho estragos. La buenos vecinos porteños gritan "que se vayan", los patriotas vecinos porteños cantan "argentina, argentina", los indignados vecinos porteños reclaman "basta de villas"...¿al gobierno? ¡No! A otros vecinos, más pobres que ellos, desesperantemente pobres. ¿Y qué significa para los buenos vecinos porteños "basta de villas"? ¿un plan de emergencia habitacional? ¡No! "Basta de villas" significa "sáquenlos a palos -¿adónde, a otra villa, más lejos?- y que se arreglen". Si yo no tengo vivienda propia, si yo no puedo acceder a un crédito hipotecario, si yo llego con lo justo a fin de mes, entonces, en lugar de reclamar mejores condiciones o derechos para todos, reclamamos derechos para ninguno, y en particular para los "okupas". Brillante.

    Del nivel de miserabilidad que se ha visto en estos días en el periodismo hegemónico, mejor no hablar.

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  4. (Me refiero al patético periodismo de televisión)

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  5. Ignatius. Coincido con vos en la mayoría de tu análisis. Simplemente, yo intentaba dejar por un momento la ideología de lado como ejercicio, para poder ver hasta qué punto, aun desde el criterio de valor del negocio inmobiliario y de la decoración de exteriores (que han ocupado el lugar de la política de Estado) la gestión de Macri es altamente ineficiente. Y, por otra parte, me parecía importante recalcar cómo, en todos los casos, el argumento utilizado es "no me dejan gobernar". Que el argumento de defensa de una determinada tarea sea justamente la confesión de que no se la realiza me parece, al menos, paradójico. Entiendo que un cirujano no podría decir "no me dejan operar" como manera de asegurar que debería seguir recibiendo un sueldo por esa tarea. No poder hacer aquello que pacta el compromiso laboral asumido, donde hay una prestación y una contraprestación salarial –en el caso del Estado pagada por los ciudadanos– es, a lo sumo, un argumento de renuncia. Y eso es independiente de la ideología, aunque las ideologías pestilentes lo hagan más desagradable todavía.

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  6. Insisto, la política del Pro, vista desde sus propios criterios, no es tan ineficiente, ocurre que es invisible (gracias al periodismo): en la ciudad de Buenos Aires hay desde hace años un boom inmobiliario deliberadamente dirigido a un sector social, y hay un uso -que es un no uso- deliberado del Estado en favor de ese negocio, que incluye una deliberada obturación de otras políticas, e incluso de iniciativas populares, que puedan obstaculizar ese negocio.

    De acuerdo, con fines evaluatorios podríamos adoptar los criterios que el Pro dice sostener, como el reemplazo de la política por la "gestión", pero es que no se trata de un pensamiento articulado que sostienen con convicción, sino solo de un discurso rudimentario destinado a captar el favor irreflexivo de una sociedad abrumada por décadas de desengaños, que ni ellos mismos se creen. Precisamente, cuando tienen que justificar una promesa incumplida, dan por tierra con esos eslóganes, y reconocen -implícitamente, sin decirlo- que la naturaleza del vínculo entre el gobierno y la sociedad no es equiparable a ningún vínculo laboral o comercial, y el Estado no es ni remotamente parecido a una empresa. Lo único en que, pienso, creen honestamente, es en la caducidad y extinción de la ideología, en el particular y totalitario sentido que ellos le dan al término.

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