viernes, 26 de agosto de 2011

Bechet y Luter








La última película de Woody Allen, Midnight in Paris, abre con un bellísimo cortometraje sobre esa ciudad. Y parte de esa belleza, como suele suceder con Allen, tiene que ver con la elección de la música, "Si tu vois ma mère", en una grabación realizada por Sidney Bechet en 1952. El fraseo penetrante y enfático de Bechet, en esa delicadísima balada, es contestado, en un notable contracanto, por otra voz, la del clarinetista Claude Luter, que tocó junto a Boris Vian y Barney Bigard, entre otros. El juego –y el entendimiento– entre ambos músicos es fantástico.

Parecidos






En el Teatro San Martín se está representando una puesta de El burgués gentilhombre de Molière, firmada por Willy Landín, también director del CETC (Centro de Experimentación del Teatro Colón). No la he visto, pero quienes lo han hecho destacan en ella el ingenioso dispositivo escénico, consistente en una maqueta, en escena, cuya filmación es utilizada como escenografía. El mismo recurso fue utilizado en la puesta de Pierrick Sorin para la ópera La pietra del Paragone, de Gioacchino Rossini (que se vio hace unos meses por el canal de cable Film & Arts), tal como puede comprobarse aquí. Ignoro cuál es el grado de parecido, pero algunos amigos que me merecen el mayor de los respetos, opinan que demasiado.

sábado, 20 de agosto de 2011

Despedida










Lo conocía del Primera Junta. Estaba en un grado distinto que yo y, aunque vivía frente a casa, lo veía en los cumpleaños de Juan Rodolfo pero no nos hicimos amigos hasta después. El cantaba en los actos escolares. Le gustaban más los Stones que los Beatles y, entonces, empezamos a prestarnos discos y a completar, cada uno, la enciclopedia del otro. A los 14 años, cuando formamos el primer grupo, fue el cantante, por supuesto. Se llamaba Ricardo Terragno y recuerdo, no sé por qué, un viaje que hicimos de noche, a Mar del Plata, en el Peugeot 504 azul metalizado de su padre, escuchando un casette con la grabación de un disco de Jan Hammer con John Abercrombie, y una noche en Miramar, donde había ido a visitarlo, en que miramos el cielo desde dos reposeras, hasta el amanecer, mientras hablábamos de posibles extraterrestres. Era primo de Rodolfo Terragno y sus iniciales eran las mismas, RH. Bromeábamos diciendo que su primo era RH positivo y él, un reo al que le gustaba cantar y jugar al fútbol –y era, de nosotros, el que mejor lo hacía–, RH negativo. Después fuimos cuatro, con Teddy (ahora Teodoro) Cromberg y Germán López. Poco más tarde estuvieron ahí Claudio Da Passano y Miguel Pellerano. Nos juntábamos en el café Gran Visir y. más adelante, en El Cóndor. Eramos inseparables. Todos nosotros. Con Ricardo, que más tarde compuso sus canciones y que actuó durante años como solista, toqué muchas veces e incluso hicimos una gira delirante, por la provincia de Santa Fe, que acabó con un concierto en Sastre donde no había absolutamente nadie porque al mismo tiempo se jugaba un partido de básquet. En la foto que está arriba, tomada en la quinta de Germán y donde también aparece mi hermana Andrea (la última de la derecha). Ricardo está a mi lado: somos el segundo y el tercero empezando desde la derecha. Estaba, como siempre en esa época, más o menos de novio con una y enamorado perdidamente de otra (incidentalmente, ambas están en la foto). Después, como en la canción de Moris, crecimos y nos fuimos del barrio. Si tuviera que decir cuándo o por qué no sabría explicar el hecho de que no nos siguiéramos viendo. Mientras escribo esto, me atraviesa el dolor. Ricardo murió la semana pasada. Quería despedirlo.

viernes, 19 de agosto de 2011

La revolución de la forma






Trsitán e Isolda, de Richard Wagner, es una obra extrañísima y genial. Sobre todo si se toma en cuenta que fue compuesta y estrenada a mediados del siglo XIX. No sólo por su inquietante primer acorde (ahora menos inquietante gracias a Debussy y a Bill Evans, entre otros) sino, sobre todo, por su concepción y su forma. Opera sin acción, o, mejor, donde la acción sólo transcurre en la música, hoy, viernes 19 de agosto, se estrena en La Plata, en el Teatro Argentino, con dirección escénica de Marcelo Lombardero, en equipo con el escenógrafo Diego Sciliano y la vestuarista Luciana Gutman, y dirección musical de Alejo Pérez. Los protagonistas serán Leonid Kakhozhaev, Katja Beer y Hernán Iturralde.

domingo, 7 de agosto de 2011

Bailar sobre arquitectura (de nuevo)

Para citar una cita ya citada, escribir sobre música es como bailar sobre arquitectura. La frase fue dicha originalmente por Thelonious Monk, según parece, y repetida por Elvis Costello. Pero escribir sobre música es precisamente a lo que nos dedicamos algunos. Hay una tensión inicial entre lenguajes, es claro, una especie de traducción imposible y un desafío, no siempre bien resuelto entre la necesaria metáfora (para hablar del sonido hay que utilizar palabras que no se refieren al sonido: rugoso, brillante, expansivo, aterciopelado, duro, dulce, aéreo, seco, apretado) y la banalidad. Y hay, también, qué duda cabe, un especial placer en hacerlo. El ser humano reflexiona sobre aquello que lo conmueve, y habla sobre ello, desde siempre y, quienes escribimos, no hacemos otra cosa que tratar de sustentar esas observaciones con ciertas bases teóricas y luego compartirlas con otros. Una colección de la Editorial Eterna Cadencia da (y dará) cuenta de esa pasión. Hasta ahora hay tres títulos publicados, la fenomenal investigación de Shirli Gilbert sobre la vida musical en los campos de concentración del nazismo, La música en el grupo Sur, de Pablo Gianera y, ahora, Después de la música. El siglo XX y más allá, la reedición, revisada y abundantemente corregida y ampliada, de mi viejo La música del siglo XX, editado por primera vez en 1997, por Paidós, y largamente agotado. Los próximos libros serán el ensayo de Esteban Buch sobre el Himno Nacional, Los Beatles como músicos, de Walter Everett, El Colón, teatro de operaciones, de Gustavo Fernández Walker, el trabajo de Martín Liut acerca del tema de la identidad nacional en el campo de la música académica argentina (aún sin título), el de Julián Delgado acerca del grupo Almendra y las lecturas latinoamericanas del pop inglés y estadounidense a fines de los sesenta, mi nuevo Jazz. Historia y estética y mi viejo Efecto Beethoven, Complejidad y valor en la música de tradición popular,  aumentado y corregido. Paidós, por su parte, reeditará próximamente Escrito sobre música, donde agrupé ensayos breves, con sustanciales cambios y agregados con respecto a su publicación original.