lunes, 11 de abril de 2016

Lecturas I








La literatura debe ser inquietante. El arte, debería serlo. La frase, si es que es exactamente esa, es de Raymond Carver. No sé si es una regla. Tal vez sea una condición casi suficiente y muchas veces no necesaria. Pero lo cierto es que resulta más fácil enamorarse de los cuentos inquietantes que de los que no lo son. Leo, entonces, y termino en unas horas –con placer e inquietud, claro–, un libro recién comprado: Las cosas que perdimos en el fuego, de Mariana Enriquez.

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