domingo, 14 de mayo de 2017

Estudios para lágrimas


"El primer problema tiene que ver con lo que podría llamarse el mercado. Lo que sucede es que ese mercado no existe", me decía Mariano Etkin en una entrevista realizada en ocasión de la retrospectiva que, en 1999, le dedicó el Ciclo de Música Contemporánea del San Martín. "No hay una circulación de productos y no hay una demanda para que esos productos sean ofertados, salvo en cenáculos absolutamente restringidos. En ese sentido, está claro que la posición de la música es de una debilidad mucho mayor que, por ejemplo, las artes plásticas. Porque en la música no hay mercancía." Formador de varias generaciones de creadores, en las universidades de Tucumán y de La Plata, ensayista brillante, autor de la banda de sonido de la película Los siete locos, de Torre Nilsson, y compositor de alguna de la música más bella e intensamente secreta, Etkin murió el año pasado, el 25 de mayo.
  "¿Qué pasa en este país con el canon?", se preguntaba en aquella entrevista. "Que directamente no hay un canon. Los compositores hacen tocar y grabar sus obras cuando se presentan posibilidades. Y eso es todo. No hay registro histórico. No hay interés. Brasil o Venezuela, sin ir más lejos, aun con una tradición cultural menos fuerte, demuestran una preocupación por sí mismos que nosotros no tenemos. Acá estamos huérfanos. Lo que hacemos los compositores se parece mucho a la astrofísica. Si se le pregunta a un investigador en ese campo qué difusión tienen sus proyectos, su percepción debe ser muy similar a la que tenemos los que componemos música". Tal vez no alcance para edificar ese canon ausente pero el Teatro Argentino de La Plata encargó a Etkin una obra, en la que el compositor trabajó hasta pocos días antes de su muerte y a la que tituló Estudios para lágrimas. Hoy a las 18, en la apertura de su temporada sinfónica, el Argentino la estrenará con su Orquesta Estable, dirigida por Pablo Druker. El resto del programa no podría ser más estimulante: fragmentos de la Música incidental para Rosamunde, de Franz Schubert, y la descomunal –y descomunalmente modernista– Sinfonía Nº 4 que Charles Ives compuso entre 1910 y 1916 y en cuya interpretación participará el Coro Estable del Argentino, que contará con la preparación de Hernán Sánchez Arteaga. "Cada compositor tiene sus propias preguntas y sus propias respuestas. Para mí, lo instrumental es un eje fundamental. Me interesa restringir campos y me importa la idea del tiempo musical como un tiempo distinto del que transcurre fuera de la obra", decía Etkin. En ese tiempo, y en el de los estudios y en el de las lágrimas, qué duda cabe, sigue viviendo. 

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